Capítulo VI


3 de Diciembre de 1805

VI
El cuaderno de Berthier
Embarque

Durante la mayor parte del día anterior no salí del despacho de Clery. Había estado entretenido con un grupo de científicos que definí como “los técnicos”. Una de las cosas que me asombró, fue el hecho de que cada uno era más de lo que su título decía. Jomard era un ingeniero y muy buen dibujante que hacía las veces de geógrafo. Vivan Denon no tenía título, pero me quedé absorto viendo como dibujaba paisajes y esculturas del antiguo Egipto, país que visitó en una de las campañas de Napoleón.

Otra de las cosas que me dejó atónito fue la charla que manteníamos con Vivant, Jomard y el más respetado de todos, un matemático llamado Gaspard Monge, que era además el vicepresidente del senado, e ingeniero militar, aunque no era soldado, solo profesor. En realidad, la discusión la mantenían ellos. Se trataba de construir un canal que uniera el mediterráneo con el océano Índico. Hablaban sobre los estudios geológicos de un tal Dolomieu y la posibilidad de usar unas piedras para contener el agua y hacer embalses. Enseguida me di cuenta que hablaban del canal de Suez. Yo creía que ya estaba construido, pero pensaba que originalmente era una obra propuesta por los faraones, mejorada después por otros. Pero no. Resulta ser que en esta época, esta gente estaba en el proyecto, que se le había ocurrido a Vivant por una necesidad de Napoleón de llegar a la India más rápidamente.

Estos tipos y otros más (unos 150) habían ido a Egipto con el Sire cuando este era aún general. Y ahora estaban escribiendo todo lo que habían descubierto en una enciclopedia. Eran miembros de una academia de científicos de la época.

Al día siguiente seguía lloviendo con esa garúa fina que calaba hasta los huesos. Solo que esta vez el viento era muy suave. Tenían razón los de la marina cuando dijeron que esta noche sería la mejor para el cruce. Durante dos jornadas se había visto como el mar rompía contra la costa cualquier cosa de madera que le tiraran. En varias oportunidades probaron acelerar el embarque en las primeras naves que habían llegado, a pedido del Sire. Y los resultados eran desastrosos, no solo por la forma en que se rompían los botes contras los riscos de la rivera, sino también porque se perdieron algunos hombres en la enfermería. Inclusive uno de ellos resultó muerto. Y casi le cuesta la vida a otro cuando trataban de rescatar el cuerpo. La frustración de los oficiales era mayúscula pero nada comparable con la del emperador que rayaba en la furia por tener que seguir posponiendo la operación.

Pero hoy no se veían olas furiosas con cresta blanca. El mar estaba movido pero no revuelto. Los grandes botes iban y venían con las cargas humanas y de las otras. El embarque en los botes se hacía en una dársena en el río. Luego se bajaba por la desembocadura hasta salir a mar abierto, todo a remo. Las chalupas eras grandes y no se cuantos soldados cabían en ellas, pero en la playa habían otras mas grandes que trasladaban animales y otras cosas.

Además de los cañones y caballos habían hombres que se encargaban de subir gran variedad de implementos, desde sogas con mancuernas y piquetes hasta comida, pasando por tiendas de campaña, encofrados de madera y herramientas de herrería, arcones de papeles de los oficiales y escribas, ropa de invierno, y muchas mas cosas que no sabría describir para que sirven. Era la movilización de una ciudad completa. Y eso que solo llevábamos lo imprescindible.

Durante seis horas los botes de carga estuvieron en constante movimiento como los hombres. Especialmente a la hora de cargar los animales de tiro para los cañones de la artillería pesada. No recuerdo haber visto ni en películas una cantidad de caballos como la que teníamos en esa playa.

A pesar del impresionante movimiento, por encima de las voces de los soldados, los gritos de los oficiales y los relinchos y bufidos de los animales, el mar seguía imponiendo su monótona melodía, como advirtiéndonos del cuidado que debíamos tener si no queríamos naufragar.

Antes de la bajamar, los buques ya cargados se alejaron rumbo al Norte donde se camuflarían en la costa de cabo Blanc Nez y Calais. La bruma los fue cubriendo rápidamente hasta que el paisaje se confundió sin poder distinguir casi el gris de las aguas del gris de las nubes.

Varias chalupas y botes se quedaron en tierra a la espera de las 9 de la mañana donde empezaría de nuevo la operación, pero ésta segunda parte sería mucho más rápida ya que el 70% de la carga estaba embarcada.

El viaje en sí duraría unas dos horas, pero se tardaría más en desembarcar todo. Los navíos mayores como el Redoutable, el Bucentaure o el Formidable llevaban además de sus botes, otros amarrados que flotaban a babor y estribor, para acelerar la descarga y alejarse de la costa antes de que la pleamar baje. La intención era poner pie en tierra en Deal entre la 9:30 y las 11:00 de la noche.

Estaba pensando en Juan Antonio, no lo vi subir a su transporte ya que estaba muy alejado de mi posición.

Parado en un montículo frente al Cabo Gris Nez, estaba acompañado de Napoleón y Soult, mirando el movimiento de hombres sobre la playa. Los botes y chalupas de los demás barcos llegaban impulsados por marineros y soldados para adelantar el trabajo de cara a la pleamar, mientras el grupo de carpinteros que desde hacía meses construían las chalupas de embarque, ahora desmontaban los rieles de botadura y eliminaban todo rastro de trabajo, recogiendo sus herramientas y pertrechos. Solo quedaban unos pocos rieles de madera montados en la playa sobre el agua, donde elevar botes en caso de que fuera necesario. Fue Soult el que rompió el silencio:

-Gracias a Dios el tiempo no empeora. Estaremos embarcados totalmente a eso de las 11:00 y llegaremos a Hasting a eso de las 9:30 de la noche. Que haremos con el tiempo intermedio ¿Sire?

-Según me ha informado el oficial de marina, estaremos anclados en nuestra costa unas cuatro horas. Los británicos siguen el bloqueo a Ganteaume en Brest. Darú ya partió con órdenes de que nuestra flota intente romper el dichoso bloqueo durante el atardecer para cubrir nuestra travesía… Después del desembarco una parte de la escuadra seguirá rumbo al norte como si quisiésemos desembarcar en la costa del Támesis, simulando un ataque al puerto de Londres, mientras que el resto de la flota atacará el puerto de Plymouth, al Oeste de Brighton. Estos tienen orden de cortar suministros a la flota inglesa y desbloquear a Ganteaume. Mientras, nosotros a lo nuestro.

Me imaginé el movimiento de los barcos mientras el emperador hablaba. Aun no entendía como se simula un ataque naval. Esos mastodontes acuáticos no se movían con gran velocidad, o por lo menos eso era lo que parecía desde tierra.

El frio se hizo mas duro al comenzar nuevamente la llovizna. Nos retiramos al comando del palacio de la plaza de armas donde nos recibió un buen café caliente que le devolvió el alma a mis huesos. Además de los mariscales y generales que aún quedaban por embarcar, estaba el numeroso grupo de técnicos rodeaban al emperador. Físicos, médicos, cartógrafos, historiadores, naturalistas. Pero no iban a viajar todos, solo un grupo pequeño. El que estaría a cargo del equipo de ingenieros en esta expedición era el llamado Jomard. Junto con Vivant estaban dedicados a estudiar y recabar información sobre Inglaterra. Este Vivant había hecho unos planos de tierras de diferentes partes del Sur de la isla y los ponía a disposición de los mariscales y generales donde detallaban diversas cuestiones del camino a seguir. Mientras escuchábamos la conversación, el ingeniero Monge y yo tomábamos café en silencio a la vez que estudiábamos los planos relacionándolos con las palabras de Ney, Lannes, Soult y Murat.

-El terreno no es llano, pero no hay problemas graves.- Aclaró Vivant -En el Sur de la isla no existen cadenas altas como en Europa continental, mas bien es una continuidad de mesetas. Se destacan especialmente los Downs Hills. En la zona de los desembarcos esta cadena se divide en dos partes: South Hills y North Hills. Las North son estas elevaciones que forman un arco desde la playa de Dover hasta bien entrado en la isla camino a Gales.- Mientras hablaba señalaba en el mapa -Comencemos con este desembarco: Deal se encuentra al Norte de los Hills al pie de esta formación. Mas hacia el Norte tenemos la ciudad de Canterbury donde rige el arzobispado, pero el plan es marchar a Londres evitando esta ruta, por lo cual se debe cruzar la meseta a la altura de Nailboume y seguir la ruta hasta Maidstone donde creemos se puede encontrar resistencia.

Maidstone es la capital del condado de Kent y es el mejor lugar para cruzar el río Medway. En ese momento la columna estará a unos 50 kilómetros de su objetivo, Londres. Pero esta Maidston está en las mismas elevaciones, en un punto donde la cadena de mesetas se desvía hacia el Oeste mientras que nuestro ejército se dirigirá hacia el Norte, bajando por la misma ladera camino al Támesis.

Aquí existen varios puntos donde hacer base ante el ataque a la capital. Hemos elegido Dartford porque se encuentra a medio camino entre la entrada de Londres y el acceso al puerto donde atacará la flota de Lucas. Pero además en la bahía se encuentra el puente de Canterbury, perfecto para el ingreso a la ciudad ya que el ataque se prevé a los centros de poder que se encuentran en la rivera Norte del río.

-¿Qué tenemos en la ruta principal?- pregunté

-El desembarco principal se hará en la costa de Hasting. Es una costa baja, accesible y de allí vamos por una serie de valles hasta Crawley. Desde aquí hacia el Norte hasta Epson. En este tramo del camino cruzaremos los North Hills en sus puntos mas altos. Al Oeste de Botley Hills que es el pico mas alto de esta cadena. Luego de este cruce, al pié de la ciudad de Warlingham hay una serie de pequeñas mesetas hasta la llanura de Epson. Allí se dividirán las tropas de Soul y Lannes que seguirán hasta Holloway rodeando Londres para entrar por el Norte.

El plano más alto no supera los 270 metros de altura, aquí, antes de la llanura de Epson. Desde allí hasta la capital no hay escollos y la visión es previsible.
Ruta de las tropas francesas rumbo a Londres

En cuanto al Támesis tiene varios puntos vadeables. Yo sugiero pasar por la zona de Richmond, más que una ciudad es un suburbio separado del centro de la capital por unos grandes parques. Si no se llega por la ribera Norte será más difícil ya que no hay puentes suficientes para aguantar todo el ejército hasta llegar al recodo de Chelsea.

-Eso nos supondría un problema grave porque seguramente será lo que mas defiendan. Y por el ancho de los puentes será como si nos metiésemos en un embudo. –Intervino Soult.

-Si se trata de construir puentes –interrupió Monge- No creo que sea problema para el ingeniero.

-Pero dado el paso acelerado de los efectivos y las proximidades a Londres sugiero la opción de entrar por la ribera norte. Si hay que construir algún puente en esta zona será mucho más fácil y rápido.

Por el resto del trayecto el mayor inconveniente es el clima. Si creen que esto es húmedo y lluvioso, esperen a ver aquello. Casi no conocen un día soleado si no es en verano. Las temperaturas medias en estos días son de unos 4 grados, pero la humedad hace que se sienta mucho más.

-Pero no es en el viaje a Londres donde más nos preocupa la naturaleza. Es de suponer que tendremos que seguir hacia el Norte para ocupar el país. Posiblemente persiguiendo tropas en un terreno desconocido.

-La situación en el relieve no cambia, será el clima lo más preocupante. Empeorará. Al ser mas estrecha la isla, la cercanía al mar hace que los vientos sean más fuertes y cambien de rumbo bruscamente. Y por supuesto las heladas nocturnas no son para tomar a broma. Algo similar a las cumbres de los Alpes pero con lluvia y humedad extrema.

-Por eso no hay problema.- Prosiguió Soult -Nuestras tropas han atravesado toda Europa hasta Austria

-Sin olvidar Egipto y Siria,- agregó Ney -los cambios de clima tampoco nos detuvo.

-Sí, pero si nos derrotaron alguna vez, fueron los ingleses, y en esta oportunidad no podemos fallar. Seamos realistas, no se trata solo de un ejército enemigo, además debemos contar con un pueblo más hostil de lo normal.- El comentario de Lannes no causó mucha gracia pero sabían que era verdadero.

-Lo que nos es más favorable- intervino el sire -es que el pueblo inglés no está acostumbrado a ser invadido y menos por un ejército de este calibre. Cuanto más rápido lo hagamos, mas rápido los acostumbraremos a todos que la guerra contra Francia ya no es una opción…

Por la tarde, después de la comida y una siesta en Clery, ya estaba totalmente seducido por la idea de continuar. La guerra era un riesgo muy grande para alguien que nunca había estado en una batalla, ni de ajedrez. Pero desde que escuché a aquellos hombres hablar de lo que costaría llevar a semejante ejército, me fascinó la posibilidad de conocer más al respecto.

A las seis de la tarde, un soldado de mi guardia me avisó que el Emperador me estaba esperando en su despacho del palacio. Cuando llegué, lo encontré en mangas de camisa, sentado ante un escritorio lleno de papeles muy bien ordenados en diferentes pilas. Estaba despeinado, como si se hubiese dormido en la misma silla y despertado hace poco, pero no se notaba cansancio en su cara. No tenía la expresión de dureza que solía llevar cuando hablaba de lo militar, y es mas, en cuanto me vio, me recibió con una media sonrisa invitándome un café que sirvió el mismo.

-¿Qué opina de la operación, Berthier?

-Bueno, como dijo Junot lo tenemos “bien atado”- y sonreí

-Je, je, no sé de donde saca ese muchacho esas cosas. A veces pienso que está cada vez mas chalado. Temo que termine mal. ¿Sabe que se gastó una fortuna en un juego de cartas antes de venir hacia aquí? Ese vicio lo va a perder. Estuvo desaparecido durante toda la noche en París, la guardia sin dormir buscándolo por todos los cafés hasta que lo encontraron desayunando en una esquina de mala muerte con un sanscullotte. Y al parecer se había jugado todo, porque el hombre le tuvo que pagar el desayuno. ¿A usted le parece lógico? Un General de División perdido en las cafeterías…

Hablamos durante unas horas de los caminos y de la logística. Así se llamaba a la técnica de prever y transportar todo lo necesario para la campaña, desde la comida y las armas hasta las herramientas y los muebles. Esa era la parte que mas me gustaba, por lo que intervine bastante en la charla, con buenos aciertos. Aunque como era de esperar, los ingenieros ya habían previsto todo, y el propio Napoleón no dejaba escapar ni un detalle, demostrando no solo su experiencia en campañas sino también su brillante mente matemática que lo llevó a sobresalir en la escuela de artillería.

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